martes, 14 de abril de 2511


Seguimos acelerando, si obtener una velocidad sublumínica fuera algo instantáneo habríamos abandonado el sistema solar en cuestión de horas, pero alcanzar esas velocidades en un proceso lento, muy lento. Además hemos tenido que salir varias horas del plano de la Eclíptica para atravesar en cinturón de asteroides, maniobra mientras la cual hemos tenido que dejar de acelerar. El viaje está siendo mucho más aburrido de lo que me esperaba. No pasa nada emocionante. Acabé de leer los expedientes, nada fuera de lo normal. Todos los miembros parecen bastante equilibrados, en un principio no hay peligro de que nadie vaya a volverse loco, pero nunca se sabe, somos la primera nave con tripulación humana que va a realizar un salto y las consecuencias pueden ser imprevisibles, después de saltar comenzará mi trabajo.

Me aburría en mi habitación, así que salí a dar un paseo por la nave.  En la sala de motores encontré Chejov, el encargado de comprobar los motores de salto, siempre me he llevado bien con la gente brillante y él no es una excepción. De origen Ruso, unos treinta años, pelo platino y expresión ausente (aunque cuando empieza a hablar sobre física es imposible pararlo). Leí su expediente hace poco. Hijo de científicos de la Compañía, huérfano desde los cinco años. Se crió en una casa de acogida asignada a los hijos de empleados fallecidos en servicio. Mostró una gran inteligencia desde muy niño, pero nunca destacó en los test emocionales. Trabaja para  la compañía desde que se graduó en ingeniería cuántica en la Fundan University de Shangai (estrechamente relacionada con la Compañía), trabajó con el profesor Gottfried Hertz en el desarrollo de los motores de salto, e insistió en viajar en la Selene a pesar de que las probabilidades de existo fueran tan bajas, pura vocación, ojalá yo pudiera decir lo mismo. Al llegar a la sala de motores lo vi ausente, como de costumbre, con la mirada perdida en los motores. Le ofrecí ir a mi despacho para probar mi contrabando marciano, como privilegio de psicólogo a bordo mi despacho es la única sala en la que se puede fumar en la nave, pero amablemente lo rechazó. Después de romper el hielo de una forma tan inadecuada comencé a conversar con él,  disimuladamente llevé la conversación por donde me interesaba para comprobar si todo lo que había leído en su expediente era correcto, por supuesto, él ni se enteró del interrogatorio al estaba siendo sometiendo. Todo parecía correcto hasta que le pregunté sobre sus padres. Supongo será un tema que no quiera compartir con alguien que acaba de conocer, bueno, tenemos tiempo para hacernos íntimos. Al terminar mi "interrogatorio" empezamos a hablar sobre física. No soy ningún experto y nunca destaqué en matemáticas, pero la parte más teórica y práctica siempre me pareció algo muy interesante. Le pregunté sobre los motores, y sobre el gran misterio del salto. Me soltó una larga charla matematicofisicoteorica de tres horas, no sé si me ha quedado claro, es tan complejo, tan largo de explicar y mis conocimientos son tan básicos que incluso me parece sacado de una obra de ciencia ficción...

     Empiezo a perder visión lateral, en breves vendrá el dolor de cabeza, malditas migrañas. Me voy a la cama.

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