lunes, 13 de abril de 2511

Llegamos a la estación de Deimos  para cargar provisiones procedentes de la colonia marciana. Deimos, uno de los dos satélites de Marte, tiene forma irregular, un diámetro de unos doce kilómetros y a parte de la estación su superficie gris está totalmente desierta. Se piensa que es un asteriode capturado por la gravedad de Marte. Al llegar ni siquiera he salido de mi despacho, creo que estaba un poco colocado. Desde la ventana he visto la enorme bola roja, el dios de la guerra. Era algo así como si mirásemos la Luna llena en una noche de verano, solo que unas mil veces más grande y mucho más brillante, la verdad que me he quedado embobado un buen rato. Se podían ver infinitos puntos verdes en la gran esfera roja. La colonización de Marte comenzó varios siglos atrás, ahora es el principal productor agrícola del sistema solar, sobre todo de nuestra super poblada madre Tierra. Supongo que esas manchas serán las miles de cúpulas dedicadas al cultivo.


Curiosamente esto me recordó al marido de mi hermana, que trabaja en Deimos, le llamé la semana pasada para contarle sobre mi nuevo trabajo de psicólogo a bordo de la expedición de la Selene, de paso le comenté que me tenía que pasar la cajita con "productos marcianos" de primera calidad que llevaba tanto tiempo esperando. No he tenido ningún problema con este pequeño contrabando, la estación de Deimos pertenece a la compañía, y los miembros de la tripulación de la Selene tenemos pase de alto rango a cualquier zona. He hablado un rato con mi cuñado, que si mis sobrinos tal, que si mi hermana cual, en fin, una conversación familiar que no me importaba una mierda, he cogido la cajita y he vuelto a Selene como alma que lleva el diablo.

Mientras escribo he oído por megafonía la voz del capitán diciendo que vamos a partir. Voy a poner un poco de música clásica, creo que el recopilatorio de rock del siglo XX, voy a buscar la pipa de fumar para probar mi pequeño contrabando y seguiré ojeando los expedientes de la tripulación.


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